- ¿Y si me refugio
en los sueños? - se pregunta.
Afuera, la brisa
anida un lecho de hojas secas mientras se ausenta el día por las calles
silenciosas. La vida corretea de aquí para allá en transeúntes desprevenidos
que regresan de cumplir la tarea cotidiana. Un sendero de ojos tristes acompaña
el fúnebre viaje de un Juan, o tal vez Pedro, o María quizás, al último lecho.
El hombre - sus
restos- gira pesadamente sobre sí y camina sin paz al sofá desierto. Él la mira
aún sin verla. Él la siente aún sin tenerla.
Afuera, el viejo
carrito de helados... ¿recuerdas? - ¡A correr que llegó Tío Rico!... y la
bandada de niños, pequeños pájaros felices, cantan y revolotean... las madres
allí, solas, resguardan el nido. El cornetazo aquí, el humo allá. El trajín.
El hombre - sin
sombra ya- cavila con los dedos sobre la tapa del libro, mientras las últimas
luces del día se recuestan a la pared justo frente a él, como absolviéndolo,
como contemplándolo mientras lucha medio adormitado contra la inercia.
Afuera, la noche
persigue al joven apuesto y enérgico que camina a los brazos de una adolescente
morena que lo espera, en la esquina, mientras escucha románticamente
su tema preferido en el IPod. Una dama pasa y la mira como deseándola mientras
camina, perseguida también por la noche que cae sin prisa, hacia los brazos de
una morena que la espera en una tibia cama dos cuadras más adelante. José, con
apenas 25 años, piensa en Alberto de 32, y sonríe.
El hombre -
vencido- levanta la tapa como una pesada puerta de antigua madera. El amor se
le ha ido.
Ella, que como una
enredadera atrapó su corazón hasta hacerlo un recuerdo, ha decidido soltarlo
como a un viejo barco sin ancla.
El hombre -en
silencio- comienza su viaje sin puerto.
Afuera, en la
nutrida soledad de la noche, un millón de amantes nocturnos transpiran deseos. El
cálido sendero del sueño arrastra lentamente al hombre hasta su lecho.
Donde él yace: Un
millón de brazos, de dedos, de ojos, de poros, inventan la vida, descubren, una
y otra vez el cielo.
Cedhot Arias
Afuera el hombre, la vida, las sonrisas, la esperanza y lo escribo y lo conjuro para hacerlo eco y promesa y credo y mañana...
ResponderBorrarTe leo, sí.
Ophir
Aaaaaahhh... entre líneas! Tambien sirve. Se vale.
ResponderBorrarUn beso, solo para ti...
Olvidemos los posesivos, déjemoslo en un beso...
ResponderBorrarOA