Penumbras / Por Cedhot Arias


Hostiles como el ajenjo
tus labios enmontados y ausentes
gritan locos de lujuria
la presencia desnuda de los míos.

Carnosos, ricos,
como dos muslos blancos y firmes,
recorren hasta las hebras marchitas
de tu cabello sin jardinero.
Humedecen el duro cráneo
suavemente, empezando, por supuesto,
el ascenso desde tu cuello rendido al asedio.

Estos labios te conocen mejor que yo.
Y cuando, como una podadora loca,
han desmalezado los tuyos,
no han dejado para mí,
sino las palabras sordas
de tus reproches.

Cedhot Arias
20/10/2009
10:46 a.m.

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