Balada para una mujer poema / Por Cedhot Arias




“El optimista ve la rosa y no las espinas, 
el pesimista ve las espinas ajeno a la rosa”
Kalhil Jalil Gibran


Te he visto mujer, desde el fuego sagrado de la lucha de los pueblos por su liberación. Ardiente, sobrecogedoramente avanzadora. Te he visto y te he cantado desde el suave regocijo de tu ánimo feroz y tu pasión desbordada, de chica profesional, de mujer familia, de mujer comunidad, de mujer amante, de mujer amiga, de mujer mujer. Femenina. Hoy, tras los acordes de esta balada eterna que es la vida, canto a tu piel y a las esquinas húmedas del deseo en el que nos abrigas caída la noche eterna por entre las calles de la ciudad fugaz. Canto a ti: mujer poema.

Imaginemos que tu piel es a veces un pergamino amarillento; que el tiempo inexorable ha besado tu vida y hecho caer la espuma del mar como un péndulo sobre tu cabello. Imaginemos que nos miras de soslayo, con picardía y complicidad de abuela, que nos impulsas a la vida de carreras y caramelos. Imaginemos que estamos en tu mente en este tiempo de cosas idas y que somos viajeros de tus recuerdos ancestrales. El camino nuestro entonces empieza donde el tuyo está por finalizar. Y cada pliegue sobre tu rostro es una memoria de acuarela que nos brinda un horizonte colorido de hechos, acontecimientos, sonrisas y tristezas: Buen día mujer cosecha / buen día tierra removida de luceros / en ti el campo canta / en ti el campo canta.

Imaginemos que tu piel está madura de flores, olorosa, tal como lecho de piedra y lajas de agua… imaginemos que tu piel es un mapa de deseos en cada rama. Que uno trepa tu tronco fenomenal y se nutre con tu fruto. Imaginemos que los dulces acordes de la tarde se deslizan como una promesa de azúcar por los labios insaciables. Puedo sentirte mujer promesa. A estas alturas ya has sido fértil y pródiga y cómplice y paciente. Estás curtida. Ya eres tronco y eres rocío ambas cosas en la corteza. Puedo verte mujer certeza: La brisa caracolea y las hojas vibran / estas sobre la piedra sin huella / en ti el amor espera y la tarde espera y el tiempo…

Imaginemos que eres compromiso, si, compromiso fértil. Que uno sueña contigo por las noches y te ve en la risa y en los sueños tenues. Imaginemos que al galope avanzas o más bien atropellas. Que el estruendo de tu presencia es una fuerza que abraza y quema y templa. Abrumas con tu sola estancia. Es como si, ni todo el amor del mundo, ni el deseo, ni la pasión te contuvieran. Imaginemos que me posees y me retuerces y me estrujas y me sientes y me tiendes, sobre mi cuerpo danzas febrilmente, acompasada y lateral, adornada como gitana, mística, intuitiva, sepulcral. En ti mujer galope se cumple la profecía de las mañanas pródigas, en ti la promesa está a flor de miel, revolotea como el espíritu de Dios sobre las aguas en desorden: espumantes los belfos / espumantes los cuerpos / no fue trote el amanecer / eras bronce y yo te blandía / como un conjuro, espumantes los belfos.

Imaginemos que revoloteas. Que eres toda caminos, que ayudas y cantas, que acomodas y cantas, que descubres y cantas, que ríes y cantas, que cantas y alardeas. Imaginemos que eres una chiquilla y que nuestro viaje casi termina, que nuestro retorno de recuerdos a tus mejillas se ha vuelto sonrosada verdad. Que ya, prácticamente, evocamos el viaje a la semilla. Brincas, saltas, cantas, cantas, cantas… esa es tu vida y tu sistema. Cantas. Tienes fresca la memoria del cobijo y del vientre. Es como si palpitaras al unísono con la madre, cual verso que comienza. ¿Recuerdas? Eras un solo latido y ya cantabas: Abrigo, piel / Abrigó, piel / Amó, piel / recordó.

Imagino que cierras los ojos mujer poema, te imagino y sé que el viaje comienza.


Cedhot Arias 

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